800 caminatas por la vida en Andalgalá

El pueblo del oeste catamarqueño marcha alrededor de la plaza central desde 2010. Lo hace para rechazar el proyecto megaminero MARA y para defender los cerros y los ríos. Crónica del viaje a la caminata 800, viaje a la memoria del territorio. Las voces de vecinas, vecinos e integrantes de la Asamblea El Algarrobo, que construyen otros futuros posibles. ¿Qué son las caminatas sino la manera de habitar el territorio?

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.
Foto: Gerónimo Molina

Por Manuel Fontenla

Desde Andalgalá, Catamarca


En Andalgalá, un pueblo del oeste catamarqueño, hace más de 20 años intenta asentarse un proyecto de Megaminería a Cielo abierto llamado MARA. De concretarse este proyecto, el pueblo, sus cerros y ríos desaparecerán. Por eso, desde el año 2010, distintas organizaciones de vecinos y vecinas luchan para lograr que este proyecto se cancele y puedan vivir en paz.  

En los 15 años de resistencia a MARA, el pueblo de Andalgalá realizo muchísimas acciones para defender sus cerros y ríos. Enormes recitales con artistas nacionales e internacionales, ferias, cortes de ruta, acampes en Buenos Aires, acciones judiciales que llegaron hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, amparos y denuncias, y un sinfín más de acciones. Entre ellas, una que destaca son las “Caminatas por la vida”. 

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.
Foto: Natalia Roca

Las caminatas se hacen todos los sábados a las 19hs y se convocan en la plaza principal de Andalgalá. A las caminatas van todos los que quieran, los integrantes de la Asamblea el Algarrobo, los vecinos autoconvocados, las Mujeres del Silencio, las jóvenes, los viejos, los candomberos, los fotógrafos y comunicadores, los creyentes y los ateos, los recién llegados y los nacidos y criados…todos. 

El sábado 31 de mayo de 2025, el pueblo de Andalgalá celebro sus 800 CAMINATAS POR LAS VIDAS. 800 vueltas, ochocientas convocatorias, ochocientas veces de juntarse y caminar. Relean una vez más: ¡800 caminatas para luchar por defender su hogar!  

A continuación, leerán una crónica de esa caminata, escrita por un catamarqueño, que vive en la capital de Catamarca, que participo en muchas de estas caminatas por la vida, que lucha contra la megaminería desde hace muchos años, y que sobre todo y ante todo, ama estos cerros, valles y ríos. Desde ese amor y compromiso de lucha, se escriben estas líneas.

491 AÑOS DE PERTENENCIA

Una vez más, voy en mi golcito blanco (compañero de cientos de miles de kilómetros de rutas argentinas) hacia Andalgalá. Una vez más, salimos de Catamarca hacia el sur por la ruta 38, en dirección a la Rioja hasta la quebrada de la Cebila que nos permite cruzar el Cordón del Ambato y sus 4500 mts de altura. Una vez que rodeamos el Ambato hacia el sur por su parte baja, volvemos a retomar la ruta hacia el norte mirando la escarpada cara oeste del Ambato y cada uno de sus pueblitos cobijados al pie, Pomán, Saujil, Colpes, Joyango, el hermoso Mutquin. A medida que avanzamos, se empieza a ver cada vez más claro el gran Apu-Aconquija y su siempre, siempre, nevadas cumbres. 

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.
Foto: Nicolás Pousthomis

Viajo en el auto con Juan, documentalista y trabajador audiovisual de buenos aires con larga trayectoria acompañando luchas y resistencias. También viene Claudia, profesora de inglés y traductora, también de buenos aires. Hablamos un montón las 3 hs del viaje, de la actualidad de la lucha docente, del gobierno nefasto de Milei, de los problemas del país de toda la vida, y también, de la historia antigua y larga de este territorio, la historia de las resistencias calchaquíes y las rebeliones diaguitas que se dieron acá mismo, en estos cerros que vamos cruzando. Siempre que cuento esa historia, me siento como un vendedor o un evangelista de esos que cuando hablan siempre te quieren converse de algo, como quien no puede ocultar cierto fanatismo. 

Pero ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no hablar enfáticamente de una de las mayores resistencias en la historia de América Latina? Permítanme ese fanatismo un ratito, y que los lleve al pasado, apenas unos 491 años en el tiempo y contarles brevemente, lo que le cuento también a Juan y Claudia mientras pasamos hermosas filas de cardones y pueblos de montaña en la ruta. 

Entre 1534 y 1555, se dan los primeros encuentros entre los conquistadores españoles y los pueblos indígenas libres que habitaban estas tierras. De una lado, Diego de Almagro, Juan Núñez de Prado, Pérez de Zurita, Diego de Rojas, los conquistadores que venían con orden de “fundar” ciudades, de “poblar” estas tierras, para explotarlas y producir riquezas para la Corona Española. Del otro lado, pueblos y comunidades indígenas, como los Malfines, Andalhualas, Pomanes, Diaguitas, Pacciocas y Tolombones. Pueblos y naciones con un sistema propio de vida, una lengua, culturas, cosmovisiones, ritos, mitos, artes y sobre todo una clara conciencia de su autonomía y libertad, que habían construido a lo largo de la experiencia de lucha, resistencia y negociación con los Incas durante la expansión del Tawantinsuyu entre los años previos de 1480 y 1530.

Pero en los años entre 1535 y 1550, son españoles e indios, quienes empiezan a conocerse. Los españoles conocerán lo que es el arraigo, el terruño, el amor por el lugar propio y la valentía de defender el cerro a costa de todo y contra todo. Los indios por su parte conocerán lo que es la violencia ciega del primero Imperio asesino que pondrá pie en América, ese que, en el lapso de 100 años, extermino el 70% de toda la población de un continente. No hay números que alcancen para poder imaginar semejante genocidio.

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.
Foto: Natalia Roca

Esos primeros encuentros están llenos de violencia y de una mayoría de victorias para los indios. En 1550 los españoles intentan fundar varios poblados y fuertes, como Barco de Calchaquí I, Barco II en 1551, Barco III en 1552. Todas ellas deben ser abandonadas o trasladas por la defensa férrea de los indios que impide a los españoles instalarse en su territorio. Entre 1558 y 1562 se dan nuevamente enfrentamientos entre Pérez de Zurita y el primer gran cacique y líder indígena del que tenemos noticias en esta época: Juan Calchaquí, cacique del pueblo Tolombón. Nuevamente, algunas ciudades son atacadas y los españoles son expulsados del territorio indígena. Otros asentamientos españoles perduran, como Londres de la Nueva Inglaterra fundada en 1558, que hoy sigue llamándose Londres, y se ubica en Belén Catamarca (frente a la plaza principal de Londres, un gran mural “celebra” que esta ciudad sea la segunda fundación más antigua del mapa argentino). Luego de este primer periodo de enfrentamientos, los españoles se retiran de los valles hacia las llanuras y algunos poblados más seguros para ellos. No obstante, unos años después reorganizan sus ejércitos para volver a la carga. Así se produce el “Gran Alzamiento” de los años 1630 y 1643. En este periodo, un nuevo gran líder, el cacique Juan Chelemín, logra confederar a todos los pueblos indígenas del valle y organiza una gran lucha y resistencia para seguir viviendo de manera libre y autónoma en sus territorios. Estas luchas abarcan pueblos, montañas y valles desde la Rioja hasta Jujuy a la lo largo de toda la cordillera. 

Juan y Claudia escuchan atentamente mi euforia historicista sobre las famosísimas Guerras Calchaquíes y la resistencia diaguita mientras miran el paisaje y ceban mate. No solo les cuento detalles históricos de estas luchas, o el devenir de la resistencias indígenas de Latinoamérica que se dieron de manera ininterrumpida desde el inicio de la conquista hasta hoy, con particular énfasis entre 1500 y 1800, donde podemos encontrar al menos una gran rebelión cada 30 años en todo lo que es el territorio andino. También, me detengo en aspectos filosóficos de esa lucha. Creo, y sobre esto conversamos largo y tendido durante los dos días en Andalgalá, que solo a través de la cosmovisión andina se pueden comprender estas luchas, las de 1550 y las de 2025. Y para comprender esa conexión hay que escarbar, hay que meterse a las entrañas de la tierra, en sus raíces mismas.

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.
Foto: Nicolás Pousthomis

Para muchas personas, tierra es sinónimo de pacha. De ahí la conocida palabra “pacha-mama”, “madre-tierra”. Sin embargo, el concepto de Pacha es muchísimo más trascendental y esencial que la idea de tierra. Pacha, dicen los filósofos andinos y aimaras, es un concepto que expresa un orden, un equilibrio, una dualidad. La dualidad del espacio y el tiempo. Pacha, es espacio-tiempo. ¿Y que es el tiempo? La posibilidad de recordar el pasado, de sentir el presente y de imaginar el futuro. El tiempo es la memoria, la memoria ancestral del pasado y la memoria utópica del futuro. ¿Y el espacio? El espacio es el territorio. No la tierra como suelo para vivir. No, el territorio es la manera de habitar un suelo. Es la manera de cultivarlo, de caminarlo, de comprenderlo. Territorio significa, la manera en que humanos y no humanos, muertos y vivos, ancestros y deidades, conviven en un momento único, en un espacio-tiempo singular, creando una manera única de vivir, de existir, de cantar, de bailar, de ritualizar, de comer, de vestirse y de organizar la sociedad con principios éticos y políticos. 

Ese vínculo entre espacio y tiempo fue lo que intento destruir la conquista. La conquista imperial española quería separar espacio y tiempo, y busco a toda costa romper la relación entre territorio y memoria. Porque sabían, que ese vínculo era la clave de la resistencia indígena. Sabían que, si separaban a los indígenas de sus territorios, lograrían destruir sus culturas, sus lenguas, sus cosmovisiones. Y efectivamente eso fue lo que hicieron, emprendieron un gran proceso que la historia crítica llama hoy las “desnaturalizaciones”. Una palabra que nadie conoce pero que esconde una historia que todos conocemos. La del pueblo Quilmes, cuyo territorio estaba en los Valles Calchaquíes (hoy Tucumán), y que a fines del 1600 fue traslado al extremo sur de la frontera del Virreinato (hoy Quilmes en Buenos Aires).

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.Foto: Gerónimo Molina

Pensando entonces en esa larga historia de luchas y resistencias, y pensando esa cosmovisión entre espacio y tiempo, voy frenando, mientras pongo tercera para agarrar la rotonda que bordea el ingreso a Andalgalá, y pregunto al aire: ¿Qué son las caminatas por la vida, sino la reactualización de ese vinculo entre espacio y tiempo? Que son las caminatas sino la manera histórico, política, indígena, andina, local de habitar el territorio? ¿Qué son las caminatas del pueblo de Andalgalá sino el ejercicio de la memoria utópica del futuro? ¿Qué son las 800 caminatas del pueblo andalgalense, sino el puente directo a las caminatas de Juan Calchaquí y Juan Chelemín, subiendo y bajando por los cerros para echar a los españoles? ¿Acaso no son las caminatas una forma de vivir la cosmovisión de los cerros y los cóndores, de los cardones y los ríos? ¿Acaso las caminatas de hoy, como una manera de ejercer la memoria del territorio, no son una muestra de la continuidad del pueblo de Andalgalá, que pertenece a estas tierras hace mas de 491 años? 

¿No será que caminar es la forma de pertenecer a la memoria de lucha del territorio? ¿la manera de mantener juntos el espacio y el tiempo? ¿No será la caminata el espíritu de la pacha?  

Me quedo en silencio mirando el semáforo en verde, mientras las preguntas retumban en el auto, se escapan por las ventanillas y se van directo a la plaza, donde ya se empieza a juntar la gente. Tal vez ahí, entre caminata y caminantes encuentren alguna respuesta.

SEGUNDA PARTE. TESTIMONIOS Y MEMORIAS DE VIDA. 

Hace frio en la Plaza. Sobre el gran escalón del mástil se ubican varios micrófonos de pie y a cada lado uno grandes parlantes, consola e instrumentos. Sobre el piso más de 30 carteles con frases, consignas y dibujos adornan el escenario. En un rato, cuando termine la música y la lectura de documentos cada uno tomara uno de esos carteles para acompañar la caminata.  Ana, artista, tejedora, extrabajadora en el área de DDHH conduce junto a Edu y a Enzo lo previa antes de la caminata.  No faltan mensajes y cartas que llegan de todo el país saludando a la asamblea el algarrobo por sus años de lucha ejemplar, por sus redes tejidas de punta a punta del país uniendo todas las luchas extractivistas. Tampoco falta el arte, padres e hijos, generaciones de cantores y musiqueros, Martin y Roberto Cecenarro, algunos de ahicito no más de Andalgalá, otros, venidos de afuera, que se han pegado el viaje solo para estar tocando en estas 800 caminatas. 

Mientras se anuncian sorteos y se venden números, se presentan libros y leen mensajes, se conversa y se hace memoria. No solo en el micrófono, sino en la plaza misma. Hay abrazos, reencuentros, charlas, asambleístas y militantes, activistas y productores. Todos encontrándose y arrimándose para largar la caminata. 

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.Foto: Juan Alaimes

Para calentar motores María va pasando entre la gente con una pava enorme de café calentito. Detrás de ella viene “el profe Sosa” ofreciendo un chorro de aguardiente para el café. Imposible decir que no. Es la combinación justa para pechar el frio que va cayendo en estas tierras de alta montaña. Cuando deja la pava, y se puede sentar un segundo, le pregunto a María si se acuerda de su primera caminata. Me dice que si, que se acuerda claramente, ella venia bajando de La Aguada donde vive, y al frente de la escuela normal vio una marcha. Ella recuerda 

estaba Perea como intendente, y pasó una cola de gente, y pasó un tractor con botellas de agua sucias, y yo venía con una canasta, venía con una canasta con mi traje de atención, y dije, acá me cuelo, y me pasé la soga, y seguí detrás de todos, esa fue mi primera vez. 

Este recuerdo me lo cuentan dos veces esta tarde. El tractor, con botellas de agua sucia atadas y arrastradas cual cola de novia, pero denunciando el matrimonio de la minera con la contaminación. Así eran las primeras caminatas, con gente que se metía de una, simplemente se hacia parte. Le pregunto a María por todo lo que paso desde aquella primera caminata hasta la de hoy, por las cosas buenas y las malas: 

no tengo malos recuerdos, como que se han desvanecido muchas cosas adentro mío, y no le opongo fuerza. Tal vez por mi resistencia, acostumbrada, puedo seguir y me viste hacer el café, me viste con esto y con aquello, no me cuesta nada.  Es como qué nada, como que tengo que seguir hasta donde más pueda. 

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.Foto: Juan Alaimes

El que también se acuerda del tractor es Aldo, docente, jubilado, futbolista, guitarrista, gran hacedor de dulces y mermeladas. Conocido por recibir a cientos de miles de activistas, documentalistas y reporteros en la generosidad de su hogar en Chaquiago.
Aldo cuenta que en las primeras caminatas

éramos 3 o 4, y caminábamos por la vereda de acá, por la parte de adentro de la plaza, no caminábamos la calle porque éramos muy poquitos.  Y llevábamos un cartel, yo llevaba un cartel adelante y otro cartel atrás.

Varios comparten este recuerdo, ser poquitos cuando comenzaban, y marchaban por un costado de la plaza, no como ahora que pueden marchar por distintas partes de la ciudad cortando calles enteras. También se acuerdan, que las primeras “caminatas de protesta”, no eran organizadas por ellos, sino que se “colaban” en caminatas oficiales y ahí mostraban los carteles contra las mineras, y eso ponía muy incomodos el intendente y los funcionarios. Pero claro, con el tiempo los de la municipalidad se dieron cuenta y empezaron a prohibirles colarse y protestar en las marchas oficiales, y ahí empezaron a organizar sus propias caminatas. Así lo cuenta la profe y periodista Ana Chayle

Mi primera caminata, mucho antes de que fueran semanales, cuando yo iba todavía a la escuela en el año 2000 o 2001, todavía se hablaba de los loquitos que caminaban y eran 15, 10 personas. Y me acuerdo para un 12 de julio que se conmemora la fundación de Andalgalá. Yo era re tímida, iba todavía a la escuela, pero yo los vi caminar y sentí como un llamado y pese a mi timidez, me uní a esos loquitos y caminé… que ellos se colaban en las caminatas, en los desfiles oficiales, para marcar eso que no hay licencia social para la megaminería. Y fue la primera. Para mí fue un despertar. Después de eso yo tomé conciencia. En ese momento, fue algo de adentro, un llamado de adentro, los ecos de Chelemín. 

De esas primeras caminatas, de esa época naciente, también se acuerda Jorgito Ramos, músico y compositor, integrante de “La NN”, una banda emblemática de la lucha en Andalgalá. 

Me acuerdo de las asambleas previas a la primer caminata, que era como una situación obviamente nueva porque había que organizar toda la caminata, buscar sonido, invitar a todos los distritos.  Y fue una emoción muy grande, muy intensa, porque claro, ver movilizado al pueblo, o sea mucho más gente de la que asistía a las caminatas, era una cosa muy intensa.  Y a la vez era una señal de que estábamos en lo correcto, o sea que ya era el momento que tenía que pasar. Y me acuerdo mucho de las asambleas en donde comenzamos a discutir y a debatir sobre que ya había que manifestarse de otra manera.

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.Foto: Juan Alaimes

Edu, cuanto algo parecido a Ana, de esos tiempos de loquitos: 

recuerdo las miradas de muchos vecinos, que nos miraban cuando nosotros íbamos por las calles aplaudiendo y cantando, y muchos vecinos que en ese momento tal vez no terminaban de entender por ahí por qué caminábamos.

Hoy esas miradas son cada vez menos, ya nadie duda porque hay que marchar, ya nadie cuestiona a esos vecinos. Andalgalá, Catamarca, que decir, Argentina y el mundo entero saben que con este modelo de explotación de la naturaleza nos vamos a llevar puesto todo. Nuestra propia supervivencia. A veces no hace falta ponerle tantas palabras a las cosas, no hace ni falta mencionar el cambio climático, el calentamiento global, el derretimiento de los polos, tal vez alcanza, de otro manera, con escuchar a Rita, del pueblo de Choya, que camina al final de la fila, con la lentitud de sus largos años, sosteniendo por una punta una bandera de argentina. Escucharla: 

Me llamo Rita Costelo, soy de Choya,  y bueno, en mi lucha en esto me sumé siempre a las caminatas por la vida,  por el agua de nuestro departamento,  porque fuimos avasallados por el gobierno de Raúl Jalil, donde mandó a derogar un decreto de Andalgalá,  donde nos declarábamos como patrimonio de la naturaleza,  al cerro del Nevado,  y bueno, entraron ellos a punta de pistola con la policía,  nos pegaron en Choya el 3 de mayo de 2022, nosotros manifestábamos que no queríamos que nos toquen Campo Grande, pero sí pasaron igual, y esas son las nacientes del río Choya, los destruyeron todos, así que por eso es mi lucha y la caminata, porque sabemos que el emprendimiento Aguas Ricas, Mara, es muy contaminante, está muy cerca de nuestro pueblo, no se puede abrir ese cerro, menos para una explotación tan grande como es eso, entonces nosotros no queremos, rechazamos totalmente eso, y queremos vivir sanos, libres de contaminación, es esa nuestra lucha, y bueno, no vamos a parar hasta que se vaya.

Hago una pausa en la escritura. Escuchar una y otra vez los audios de Andalgalá me emociona. Pasan los años y siempre me emociona. Vuelvo a calentar agua y agarrar el teléfono y las notas que traje. Tengo muchos mensajes de León Cecenarro, otro de los que camina y lucha desde los inicios. En su caso, esos inicios se remontan mucho tiempo atrás, a la época de la dictadura cuando fue un estudiante detenido y preso.  Entre sus mensajes, me envía la canción que él compuso y a la que Bruno Arias le puso música y vida. En la pausa de la escritura pongo la canción, vuelvo a ver también algunos viejos videos, de caminatas anteriores, caminatas multitudinarias. Eso también aparece en la memoria de estas 800 caminatas, el recuerdo de grandes y multitudinarias caminatas, Jorgito, Edu y Vane lo mencionan. Sin embargo, cuando les pregunto que es lo que mas se acuerdan, o cuales caminatas fueron las más importantes, todos coinciden (sin saberlo) en una misma respuesta.

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.Foto: Juan Alaimes 

Dice Jorgito: 

pienso en que nunca importó el frío, nunca importó el calor, hemos caminado bajo la lluvia, hemos caminado con nieve, hemos caminado en situaciones como muy extremas de, no sé si de miedo, pero como que sabíamos que estábamos siendo observados por todos lados y sin embargo, creo que eso tiene las luchas colectivas, de que pueden estar pasando un montón de cosas, pero cuando es colectivo la situación es fuerte y es como acompañarse, ¿viste?  Eso es como que siento en todas las caminatas desde la primera.

Lo mismo me cuenta Melina Zocchi, con quien he compartido no solo caminatas en Andalgalá sino luchas en la Universidad y cuando hubo que defender los puestos de los trabajadores de la Secretaría de Agricultura Familiar cuando los despedían. 

Dice Meli: 

Todas, todas tienen su importancia, todas. Porque todas tienen cosas especiales. Incluso la de la pandemia, e incluso las de lluvias torrenciales, con los paraguas empapándonos, aunque seamos diez, no importa. Todas son especiales, todas, todas, todas. 

A lo largo de los años, se ha ido sumando gente, del mismo pueblo de Andalgalá como de “afuera” de los que han elegido el pueblo y sus cerros para vivir. Vanesa, profe de inglés, me cuenta eso, que ella llego para las 400 caminatas. Y sus palabras, son tan parecidas a las de Edu y Meli: 

a veces uno piensa que quizás las más emocionantes son las que son más multitudinarias. Pero quizás a mí me emociona más un día de frío y lluvia, que somos seis tapados bajo una, eh, bajo un plástico y caminamos igual y nos reímos y todo. Así que bueno, todas las caminatas son emocionantes. Obviamente que en estos momentos cuando viene por ahí gente de otros lados a acompañar y se siente como la unión, es como que bueno, te da el indicio de que estamos por el buen camino. 

No todos pueden estar presencialmente en la caminata. Algunos acompañan con mensajes, otros con videos y audios. Algunos lo hacen desde sus hogares lejanos y otros desde la vueltita, tal vez atareados por la vida diaria, el trabajo y los hijos no se pudieron llegar. Alguien que se quedo en casa por un resfriado u otro que anda visitando a los parientes. Por eso a Rosita Farias, le mando un audio por privado. Le digo que todos la extrañamos en la caminata y que por favor me mande un audio para esta crónica. Rosita, maestra, jubilada, brava luchadora, generosa y tierna, me manda su audio. Me cuenta, que

comenzamos caminando, caminábamos jueves y sábado por mucho tiempo caminamos dos veces a la semana, y después quedó el sábado establecido… y de allí me acuerdo de que sabíamos hacer como una especie de acto, digamos, como éramos docentes la mayoría… lo hacíamos como un acto, no teníamos mucha, digamos, idea, estrategia, que se yo. Entonces hacíamos palabras como palabras de glosa, eh, si vos te imagino un acto escolar de la primaria. Bueno, más o menos así era: el himno, la noticia y caminábamos. Mucho tiempo duro esa forma. 

800 caminatas por la vida en Andalgalá. Memoria y Territorio.Foto: Juan Alaimes

Como no conectar estas palabras con la lucha docente hoy, como evitar esa obviedad, la obviedad de que siempre, pero siempre, en todas las asambleas hay docentes llevando la lucha. Docentes y trabajadores, trabajadores y jubilados, siempre los de abajo, pero no los de abajo por ser los “necesitados”, los pobres, los que menos tienen y menos ganan (aunque todo eso sea cierto). Los de abajo, porque son los solidarios, los que piensan en el bienestar social, en la salud y el futuro. 

Mientras caminamos la segunda vuelta a la plaza, mientras vamos paso a paso, completando la vuelta número 800, le pregunto a la Meli: ¿Cuántas caminatas va a haber que hacer hasta que se vaya Mara? Me mira raro, como si no entendiera la pregunta, o si le pareciera una mala pregunta. Camina unos pasos mas y me responde. 

Yo creo que la vamos a sacar a Mara, pero además vamos a tener que seguir caminando…La lucha no se va a terminar. Y cuando no vamos a caminar por nosotros, vamos a caminar por nuestros hermanos en el norte, vamos a caminar por otros territorios, porque es una lucha que no se va a terminar nunca… acá caminar es resistencia, también es lucha, también es esperanza, también es solidaridad, y hoy, más que nunca, es contra hegemonía, es construcción de algo distinto, y es una perspectiva de que sí es posible un presente y un futuro mejor.

Termino de escribir esta crónica el 4 de junio de 2025, en Buenos Aires hay una gran marcha. Las noticias dicen que se juntan los jubilados, los trabajadores de la salud, los docentes, los despedidos, las personas con discapacidad (los afectados y sus familias), yo diría simplemente que se juntan los de abajo, los que luchan por algo que va más allá de lo propio, por el futuro colectivo, por la esperanza para todos. 

Hoy 4 de junio, se celebra también los 155 años del fallecimiento de Felipe Varela, el “Quijote de los Andes”, el “Caudillo olvidado” de Catamarca. Pienso en la lucha de Felipe y sus montoneras de pobres e indígenas, los mismos que luchaban con Chelemín y Calchaquí, los mismos que luchan y caminan hoy. Todos unidos por una misma lucha, unidos por un mismo espacio-tiempo, unidos por la pacha, unidos por la memoria y el territorio.

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